«En estos días mandaré al editor mi última novela, que les va a sacar canas verdes por lo larga y por otras cosas», le escribió Julio Cortázar a un amigo en lo que fue, quizá, la primera advertencia de que se avecinaba un libro extraordinario. Rayuela, publicada en Buenos Aires en junio de 1963, fue el título más famoso de su autor y un eslabón imprescindible de la literatura en castellano. A lo largo de estas páginas, Eduardo Romano propone un minucioso recorrido por la biblioteca mental del Cortázar que escribía esa novela en París a la vez que sintoniza con las claves culturales de la época y se detiene en varios pasajes icónicos del libro. Tomando como referencia la vasta bibliografía existente sobre el tema, pero cuestionando incluso las opiniones del propio autor acerca de su novela emblema, Cortázar, 1963 es una invitación a volver a leer Rayuela, el libro que «es muchos libros», como una constelación de intereses que atraviesa diversas coordenadas artísticas y vitales. La relación de Cortázar con la Argentina y el peronismo, su deuda con ciertas lecturas sobre los mitos y la magia, la Revolución cubana y las vanguardias del Instituto Di Tella, la herencia surrealista, las diferencias con Borges y hasta detalles pintorescos, como el hecho de que aquella famosa novela se haya llamado inicialmente Mandala, encuentran su lugar en un texto que nos habla de Cortázar y su obra, pero también de una época crucial en la historia cultural de la Argentina y del mundo. Es que, tal como señala Romano, «Rayuela fue, entre muchas otras cosas, un texto bisagra entre el nacimiento de nuevos lectores y el triunfo de un imperio audiovisual» en expansión.