La aparición de Marco Denevi (1920-1998) en el panorama de la literatura argentina tuvo mucho de pase de magia. Hasta la publicación en 1955 de su obra más famosa, Rosaura a las diez, Denevi era un autor inédito que aseguraba no haber escrito una sola línea de ficción antes de afrontar este libro. El Premio Kraft de novela, además del éxito de público y de crítica de aquel primer título, lograron que un desconocido oficinista se transformara en uno de los escritores más leídos del país, al que incluso el cine y la televisión buscarían para adaptar sus obras. Sin embargo, Cristina Piña demuestra en estas páginas que Denevi distaba de ser un principiante cuando decidió probar suerte en la literatura. Su conocimiento de la cultura literaria y musical de Occidente, su familiaridad con géneros populares como la novela negra, el melodrama o el cuento de hadas, y un agudo oído para captar el habla de las diferentes clases sociales eran el sustrato de un escritor que rompería todos los moldes a la hora de crear personajes y contar historias. Denevi, un narrador capaz de construir policiales que son piezas de relojería y dar vida a una galería de monstruos sufrientes, ridículos o festivos, es presentado aquí, además, como un precursor de la literatura posmoderna en la Argentina. Lejos de confinarlo al estante de las lecturas escolares, Piña lo rescata como una referencia esencial en la trama que va de las eruditas reescrituras de Borges en Ficciones al collage pop de Manuel Puig en Boquitas pintadas.